domingo, 5 de abril de 2015

¡Moveos por #SanidadDesnutrida!


Nuestra salud se ve en buena parte influida por nuestro estilo de vida y en gran medida por nuestra alimentación. Eso por no hablar de que la ciencia muestra que una intervención dietética bien llevada es superior a la medicación en enfermedades tan comunes hoy en día como la diabetes o las cardiopatías más generalizadas.

A pesar de todo lo que se conoce, aunque el gobierno por un lado promociona un estilo de vida saludable a través de la publicidad, a la vez prefiriere ahorrarse el dinero que debería dedicar en pagar a los profesionales adecuados. Si supusiéramos que la sanidad pública contara con un Dietista-Nutricionista por cada 500 personas, el gobierno sólo tendría que desembolsar un 10% del rescate a Bankia, o más o menos el equivalente del presupuesto para el AVE Madrid-Galicia.

Pero en una clara cuestión de prioridades, el gobierno prefiere dejar el ámbito nutricional para médicos de cabecera y enfermeras; ambas ramas profesionales con, en general, insuficientes conocimientos de nutrición, algo que se ve reflejado en la clásica fotocopia cutre de intervenciones dietéticas.
Fotocopia cutre de dieta para un diabético
Yo no sé vosotros, pero no quiero que el Ministerio de Sanidad se limite a simplemente dar dietas sin ni un ápice de personalización, dietas avocadas a la ansiedad y al abandono; y que cuando la intervención dietética pautada por la Atención Primaria falla (como es lógico, por otro lado), se limiten a darnos mil y un medicamentos: aspirina, insulina rápida, lenta, para darse un capricho...

Yo, como paciente y ciudadano,no como profesional (como sabéis, no soy nutricionista), quiero que me den el mejor tratamiento posible, basado en la evidencia y con mente de prevención. Por eso iré a #SanidadDesnutrida, una manifestación convocada por Dietética Sin Patrocinadores para pedir que se incluyan a los Dietistas-Nutricionistas y a los Técnicos Superiores en Dietética en la sanidad pública:

#SanidadDesnutrida: Manifestación en pro de los profesionales de la nutrición en la Sanidad Pública. el 10/05/2015, a las 12:00 Frente al MSSSI (Paseo del Prado, 18)

Más información en la web de Dietética Sin Patrocinadores.
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lunes, 2 de febrero de 2015

Genómica, salud y tests genéticos de alimentación


Creo que para todos está claro que la dieta que potencie nuestra salud, es aquélla codificada en nuestro ADN. Es por eso que proliferan los tests genéticos para ver qué podemos y qué no podemos comer, y cada vez más gente paga por ellos buen dinero. 

Pero es que la nutrigenómica no es algo tan sencillo como muchos se piensan. Pongamos un ejemplo: Mientras que el 99% de gente con celiaquía (una enfermedad que implica una respuesta autoinmune a la ingesta de gluten) tiene los genes HLA DQ2, HLA DQ8 o partes de estos genes, si hacemos el test genético en población no afectada, veremos que sólo un 3,5% de gente con este gen desarrollan la celiaquía. Un test diagnóstico válido no es aquél que sea capaz de detectar al 100% de positivos, sino aquél que no tenga falsos positivos.

Un test de intolerancia alimentaria, debería ser capaz de ver los resultados de cómo afecta un alimento de forma aislada a nuestro cuerpo. Por ejemplo, la prueba del aliento tras ingerir lactosa (busca un exceso de metano en el aliento) o la prueba sanguínea de la celiaquía (busca transglutaminasa, que luego se confirma con una endoscopia). Pero una cosa es medir el resultado de una intolerancia, que suele ser bastante fiable, y otra cosa es verlo en nuestros genes. Que un gen exista no implica que éste se exprese, algo que depende de los hábitos de vida, lo que se llama la epigenética.

El proyecto Genoma humano ha sido probablemente uno de los que más promesas han traído a la humanidad, una base de datos de secuencias genéticas que nos permitirían entender cómo estamos codificados como seres vivos... pero ha resultado más que complejo.

La gente creo que se piensa que nuestra salud se relaciona con el genoma de una manera sencilla:

A·x + B· y + C · z + ... = S

Siendo A, B, C,... el factor genético que nos dará una respuesta de salud según cierto aspecto de nuestro estilo de vida, "x" la magnitud relacionada que dependerá de nuestro estilo de vida y S nuestra salud.

Pero en verdad, la función puede ser tremendamente complicada, porque no todos los genes son independientes entre sí (eso quiere decir, los distintos aspectos de la salud están correlacionados, por ejemplo hacer deporte y crear músculo hace que lo que comamos nos afecta de un modo distinto). 

A · x + B· y + C · z + D· x·y + E · x·z + F · y·z+ G · x·y·z+ ... = S

O lo que viene a ser decir que nuestra salud es función de nuestra genética y nuestro estilo de vida, pero sin una delimitación muy buena de las distintas variables, es imposible llegar a sacar la función correpsondiente S = S(A,B,C...; x,y,z...). Tenía un profesor en la carrera que, hablando al respecto de la teoría de cuerdas, decía que una vez sobrepasas las diez variables, es fácil ajustar una función con forma de elefante. Con tantas variables somos tan sensibles a los errores de medida, los estadísticos (¿Cuántas medidas son estadísticamente significantes para saber que en promedio sólo hemos variado la variable que nos interesa?) y los sistemáticos (¿Cómo de precisa es mi instrumentación? ¿Estoy introduciendo algún sesgo en la medida sin darme cuenta?) que es simplemente imposible ser capaces de saber cómo tendríamos que comer leyendo nuestro código genético, y más a precios razonablemente bajos como solemos tener en los tests genéticos de alimentación.

¿Os imagináis que tanta complejidad técnica y experimental pudiera ser resumida en 300€ de un test genético que os diera la dieta personalizada para vuestros genes como si fuera una simple calculadora? Entenderéis por qué es una soberana tontería.

Básicamente, tratar de elucidar cómo funciona nuestra salud desde cero, tratando de decodificar nuestro ADN, es una tarea entre titánica e imposible. Por eso, en mi opinión y con las técnicas actuales de experimentación, la investigación genética debería ser vista como accesoria a la nutrición, como plataforma de comprensión teórica, pero su utilidad clínica siempre va a ser limitada. Es quizá más interesante mirar cómo se expresan esos genes con las proteínas sintetizadas en la matriz celular, proteómica (o nutriproteómica, cuando se busca la expresión genética a nivel celular debida a nuestra alimentación), que la genómica porque sobre todo puede tener un papel diagnóstico mucho mejor que el genético, excepto en casos muy concretos.


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domingo, 28 de diciembre de 2014

El músculo es salud


El decaimiento físico y mental que conlleva la vejez, es una losa que pesa en las mentes de la mayoría de quienes se preocupan por su salud, y una de las características más típicas de la edad son los problemas de movilidad derivados de la falta de fuerza. En el amanecer de nuestra tercera edad, sufrimos de la llamada sarcopenia, una pérdida de masa muscular derivada de una disminución de hormonas anabólicas que se relacionan el crecimiento y mantenimiento de nuestra masa muscular (testosterona y hormona de crecimiento) y un aumento de marcadores inflamatorios que producen catálisis (revisión).

Si le unimos esa pérdida de fuerza con un aumento de masa grasa, el típico anciano barrigón, la situación llega al extremo de que muchísima gente resulta incapaz de levantarse por sí misma. Que luego cuando camina, lo hace con unas piernas que apenas pueden sostener su peso con lo que su postura al caminar va empeorando poco a poco, encorvándose más y más ante un cuerpo cuyo peso es incapaz de sostener. Ser viejo es, a la postre, sinónimo de debilidad. 

Si le dices a alguien que si quiere lentificar el progreso de su vejez y mantenerse saludable por más tiempo, tiene que entrenar su fuerza, lo primero que pensará es que eso de ir al gimnasio a levantar peso sólo sirve para esto:

(Ahora mismo mi esposa, que está a mi lado, ha pensado cosas raras...)
El músculo ha sido mal visto durante años, tras la revolución de las ciencias de la información, el que tenía músculo era porque hacía trabajos físicos (como albañiles), y el que tenía la barriguita de la felicidad probablemente fuera un oficinista con un trabajo especializado. Por otro lado, el músculo se relaciona con el atleta estúpido que tantos conocimos en el instituto, esos que luego solían acabar haciendo trabajos físicos ("esos iban pa' harvard", decían en mi instituto... "harvañil"). Nosotros, la élite intelectual, no nos rebajaríamos nunca a entrenar nuestro cuerpo cuando tenemos tanto con lo que entrenar nuestra mente. 

Cuando yo hablo de tener músculo, me refiero a una musculatura quizá no especialmente funcional, aunque sí equilibrada, pero sí la necesaria para que nuestro cuerpo tenga un nivel de fuerza saludable tanto física como mentalmente (2, 3, 4, ...). Hay pocas cosas que hoy en día la ciencia muestre con tanta claridad como lo saludable de tener cierto nivel muscular. Algo que ya sabían en la Grecia Clásica, el mismo Sócrates lucía un nivel muscular que hoy en día en una persona de su edad se habría considerado bastante.



Cuando hablamos de músculo, creo que lo inteligente es seguir a la evolución. El nivel de músculo que nuestro cuerpo necesita es la masa muscular que el ser humano naturalmente desarrolla en su hábitat natural. Algo que ciertamente depende de la raza, porque no genera la misma masa muscular un habitante Kitava (tribu de Oceanía, con genética con facilidad de crear músculo) que un habitante de Masai (tribu de Kenia, con una genética bastante estilizada y resistente). No hay por otro lado ninguna razón por la que pensar que pasarse de músculo sea peor que quedarse corto y los beneficios son tantos, en tantos sentidos... Que si queréis dar un paso por vuestra salud, dejad de vez en cuando las zapatillas de correr, y metedle caña a esos músculos.



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lunes, 22 de diciembre de 2014

Movilizar grasas

El otro día estuve hablando de las limitaciones del modelo calórico. Lo importante no son sólo las calorías, sino también las hormonas. Bueno, eso es cierto, pero también es lioso. ¿Qué quiere decir? 

Todos conoceréis, si es que no os pasa a vosotros mismos, a alguien que parece que le resulte imposible perder peso una vez restringe las calorías. La solución clásica que se ha llevado utilizando en el ámbito clínico durante décadas ha sido presuponer que el paciente no estaba haciendo bien la dieta así que, para compensar que come más de lo que le piden, le ponen una dieta más estricta. Cuando pasado un tiempo la simple restricción calórica no funciona, se sigue con lo mismo una y otra vez. Es la clásica historia, todos la conocemos, la hemos sufrido, la hemos aplicado o la hemos aconsejado. Es común oír hablar del tema cuando oímos hablar del metabolismo, que si está ralentizado o si sufrimos de la temida tumba metabólica.

Lo que tenemos que tener en cuenta, es que el balance calórico empieza a nivel celular:

Fisiología de intercambio glucosa en la membrana celular
No, no os asustéis, no voy a poner complicadas relaciones fisiológicos de cómo funciona la insulina y de por qué ésta puede limitar la pérdida de grasa. Lo importante es que las hormonas en sus niveles correctos y sus receptores capaces de medirlos correctamente tienen la clave para extraer o introducir nutrientes en las células. Por eso, por ejemplo, una persona con receptores en la membrana con resistencia a la insulina, tenderán a padecer sobrepeso entre otras enfermedades metabólicas (revisión). Otra causa común son marcadores inflamatorios que disrumpen el metabolismo (estudio). Y por supuesto todos habréis oído hablar del hipotiroidismo y sus problemas para bajar de peso, que no consisten simplemente en que gasten menos calorías, sino en que no pueden extraer grasas de los adipocitos (la tiroides es otra de las hormonas clave) y por tanto todo el peso que ganan difícilmente lo perderán. Cuando nuestras grasas no se movilizan normalmente, es como si tratáramos de sacar dinero de un bolsillo con la cremallera cerrada, por eso la glucólisis en tanta gente se vuelve la principal vía metabólica y luego sufren de hipoglucemias a la mínima que pasan un par de horas desde la última vez que comen. Es más, en casos más problemáticos, tratar de bajar de peso puede llevar a la pérdida de masa muscular, porque al cuerpo le resulta más sencillo catabolizar músculo que catabolizar grasa.

Debido a la homeostasis y a las complejas interacciones entre hormonas, en general en la mayoría de personas cuando variamos los niveles de un tipo, también varían los de otro, hormonas que sirven como marcadores para nuestro cuerpo de hambre, o de señal de que deben movilizar grasas, o almacenar nutrientes Es decir, por si no fuera poco que el cuerpo regula las calorías a la bajacuando es incapaz de sacar la energía que necesita de los adipocitos, encima aumenta el hambre. Y el hambre, es una mala amiga, exigente e imparable.

Por eso, para la mayoría de personas deberíamos dejar de pensar en cuál es el valor de la tasa basal del metabolismo, ésta puede tener el valor que sea, porque lo importante no es cuántas calorías gasta nuestro cuerpo para mantenerse vivo y en reposo, si no cómo mueve al alza o a la baja el gasto calórico basal en situaciones hipocalóricas o hipercalóricas.

Por eso, si lo que pretendemos es perder peso, no basta simplemente con contar calorías, aunque ojo, en mucha gente sí, sobre todo en gente joven. Quemar calorías podríamos planteárnoslo exactamente como si encendiéramos cerillas, y la gente que no es capaz de movilizar grasas tendría una capa de cera recubriendo la madera. 
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domingo, 2 de noviembre de 2014

Fijarse en las calorías es limitado: 4 hechos que lo demuestran


¿Adelgazar es cuestión de calorías? No se puede negar la evidencia: sí. Las calorías son, en primera aproximación, lo más importante. Pero como decía Einstein, hay que simplificar las cosas, pero no demasiado. Quedarnos en que para adelgazar hay que simplemente comer menos calorías, y divulgar a la población esa imagen simplificada, es muy limitante. Al modelo calórico, hay que sumarle la reacción de nuestro sistema endocrino, nuestras hormonas, a aquello con lo que nos alimentamos o nuestro estilo de vida en general.

Veamos algunos ejemplos bastante claros de ello:

¿Dormir poco adelgaza? Durmiendo, tenemos el cuerpo totalmente en reposo (menos el cerebro) y por tanto gastamos menos calorías. Sería lógico pensar que dormir poco debería ayudarnos a adelgazar...  Pero no. Numerosos estudios (un ejemplo de los miles que hay) relacionan la falta de sueño con el sobrepeso.

¿Tomar lácteos desnatados adelgaza? La lógica está ahí. Si normalmente tomamos un vaso y medio de leche y un yogur diario, si decidimos tomarlos desnatados reduciríamos unas 150kcal. Esa cantidad de kcal significaría más o menos una diferencia de 8kg anuales... Pero no. De hecho, aunque en una intervención es cierto que se empieza perdiendo peso, el efecto dura poco y el consumo de lácteos desnatados respecto a los enteros no sólo no asocia ninguna pérdida de peso, sino que quienes toman los lácteos con toda la nata tienen menos perímetro abdominal. Más información al respecto en: "Lo que dice la ciencia para adelgazar".

¿Cambiar azúcar por edulcorantes adelgaza? Una lógica semejante a la anterior. Lo lógico sería pensar que si eliminamos las 50kcal de azúcar que le echamos al café, o las 200kcal que tiene una coca-cola, adelgazaremos. Pero en la población, no se ve que gente que tome edulcorantes artificiales tenga una mejor composición corporal que quienes toman azúcar, más bien al contrario, de hecho en este estudio de intervención, eran las mujeres que tomaban edulcorantes artificiales quienes tenían más facilidad para ganar peso, quizá por razones neurobiológicas, o quizá por razones más complejas a través de una resistencia a la insulina inducida por la flora bacteriana.

¿La saciedad de los alimentos depende únicamente de sus calorías? Las personas tendemos a subestimar cuántas calorías comemos, sobre todo quienes tenemos problemas de peso, y eso lo haremos siempre de un modo supeditado a cuánto nos sacia una comida. ¿Nos sacian las 150kcal de una guarnición de patata hervida igual que las de un cruasán? Por supuesto que no. Y es de hecho la ingesta calórica medida objetivamente y no la que nosotros mismos percibimos la que predice mejor la ganancia de peso. Como ya dije en otra entrada, sí que podemos pensar en que algunos alimentos engordan si pensamos en su aporte calórico y en su saciedad.


crédito: Esto No Es Comida

Quedémonos con algo importante. Las calorías son importantes, pero cómo los alimentos afectan a nuestras hormonas lo es más, porque es lo que va a marcar cómo tanto en el corto como en el largo plazo el que tu cuerpo vaya a pedir más o menos calorías (ya sea para almacenar o para usar). No podemos estar infinitamente contándonos las calorías, pero sí podemos estar infinitamente comiendo sano.
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sábado, 25 de octubre de 2014

Mi resumen de la dieta paleolítica


Aunque ya hace tiempo que hablé de la dieta paleolítica por primera vez, y traté de hacer mi propio resumen, creo que estuve influenciado por lo que se dice en otros blogs. Con el tiempo y horas de lectura, he ido madurando mi punto de vista, pero no he visto que lo que yo digo esté especialmente generalizado.

Definición de la dieta paleolítica, dieta paleo o paleodieta
En primer lugar, en una sola frase os digo lo que es la dieta paleolítica:
La dieta paleolítica es la que prioriza los alimentos para los que el ser humano ha evolucionado a comer porque son los que nos resultan más sanos
Si queréis mi opinión más sincera, la etiqueta "paleo" hace mucho daño. Deberíamos pensar simplemente en lo que es sano o no en el marco de la hipótesis evolutiva. Una definición tal hace que para muchos resulte ser una dieta inválida debido a que no queda 100% claro lo que se puede o no se puede comer. Pero es que de lo que algunos nos olvidamos es que mientras que la nutrición evolutiva es un hecho, nadie con formación científica seria debería negar que la nutrición tiene que ser coherente con nuestra evolución, la pregunta que quedaría al respecto sería: "¿hemos evolucionado para comer xxxxx?". 

De esta definición, o más bien postulado, se obtiene una hipótesis:
10000 años no son suficientes para que el ser humano como especie haya tenido adaptaciones genéticas que le permitan generalizar el consumo de alimentos nuevos
Atendiendo a la evidencia, existen razones para pensar que los europeos hemos sufrido diversas adaptaciones al modo neolítico de alimentarnos. Aquí es importante que tengamos en cuenta que la dieta paleolítica se trata al final de una dieta que busca ser capaz de minimizar o esquivar las llamadas enfermedades de la civilización: diabetes, obesidad, enfermedades cardíacas, cáncer, caries, enfermedades autoinmunes... En la historia de la ciencia moderna, se culpó de las mismas a las grasas, no poco más tarde e incluso en la actualidad algunos investigadores cambiaron de idea y culparon a los carbohidratos. Pero algunos científicos avispados miraron la evidencia y se dieron cuenta de algo: la salud no entiende de macronutrientes. 

No son las grasas, no es la insulina... ¡es la inflamación!
De ahí surge una nueva hipótesis, en cierta manera paralela a todo esto:
Las enfermedades de la civilización surgen debido a la inflamación sistémica
Me costó cierto tiempo entender el concepto de inflamación. ¿Qué se inflama? Bien, en verdad se inflama todo un poco.  En algunas personas más que en otras, hay partes que indican con mayor facilidad la inflamación, como las mucosas (¿te sangran las encías? ¿sueles tener mocos?), los intestinos (¿se te hincha la barriga después de comer?) o las extremidades (¿se te hinchan sin razón las manos o las piernas?).

Hace ya un tiempo hablé del concepto de la homeostasis. Nuestro sistema endocrino, que engloba toda nuestras hormonas, trata de que el cuerpo se comporte de una manera más o menos normal, así que va regulando los niveles hormonales para que no haya cambios muy grandes (a nuestras hormonas les mola lo repetitivo). Cuando el cuerpo está inflamado, aparecen marcadores de inflamación que afectan a nuestro sistema endocrino, normalmente a los receptores hormonales y de ahí provienen problemas como el de la resistencia a la insulina o a la leptina, o el glucagón no disminuye normalmente cuando comemos hidratos. Tener siempre mucha hambre o ser incapaz de adelgazar sin bajar mucho los hidratos no es más que un síntoma de un metabolismo disrumpido. Esta inflamación sistémica que nos afecta en nuestras hormonas, acaba afectando a todo nuestro cuerpo y provocando las enfermedades crónicas de la civilización. No deberíamos pensar que es normal que todos los hombres tengan la típica barriga redonda cuando alcanzan la media edad.

¿Qué podemos comer?
Aunque sé que no está muy bien visto, permitidme que describa tres grupos de alimentos:
  1. Alimentos del paleolítico. Son aquellos con los que evolucionamos, así que con bastante seguridad nos serán saludables. Alimentos: Carne, pescado, huevos, verduras de todo tipo, incluyendo raíces y tubérculos, frutas de todo tipo, frutos secos (sobre todo los de cáscara).
  2. Alimentos del neolítico. Introducidos hace 10000 años. Es posible que tengamos cierto grado de adaptación, sobre todo los de origen europeo, pero es recomendable utilizar técnicas preindustriales de cocinado para ellos cuando comamos, como la pregerminación y el fermentado. Alimentos: Cereales, lácteos, legumbres. En ese sentido, un pan de centeno (aún teniendo gluten) hecho con masa madre podría no ser perjudicial, igual que un yogur o queso de leche cruda, o legumbres cocinadas en remojo. 
  3. Alimentos de la era industrial. Introducidos durante este último siglo. Son básicamente los alimentos procesados o modificados para conseguir que nuestro sentido del gusto quede desbordado, aunque su sabor es para la lengua como el reguetón para los oídos. Facilón y directo. Alimentos: Comida rápida, bollería, pan y pasta, azúcares añadidos, alimentos muy salados. En general, todos los alimentos refinados: azúcar blanco, aceites de semilla... 
Las técnicas de cocinado como os fijaréis, son importantes. Cocinar no deja de ser un método de predigestión de los alimentos, a menudo eliminando potenciales patógenos, toxinas, antinutrientes...

Si tuviera que hacer una pirámide de alimentos de la dieta paleolítica, simplificándola bastante yo la haría así:


Esta pirámide debería ser entendida como que los alimentos de la base son los importantes, a más arriba menos importante, no como un "hay que comer de todo". Si comiérais una dieta rica en fruta, verdura y alimentos animales no procesados (no valen nuggets de pollo), ya tendríais una dieta completa y nutritiva. Pero la comida no es sólo nutrirse, hay más cosas, así que se puede incluir como consumo ocasional incluso una hamburguesa del Burger King con esas salsas de sabor indefinido y omnipresente bacon del malo. 

El por qué eliminar cada uno de los alimentos, daría para escribir libros. Mirados uno por uno hay alimentos que podríamos pensar que no son tan nocivos, y quizá condenemos sin razón alimentos saludables. Pero vista la nutrición desde el punto de vista evolutivo, que como ya he dicho no me parece que haya razón por la que debiera ser discutido, quizá deberíamos replantearnos que ciertos alimentos deberían demostrar ser saludables para ser ampliamente introducidos y no al revés por precaución.

Tenéis que tener en cuenta que no todo es binario. Mucha gente no sería capaz de llevar una dieta basada sólo en la base de la pirámide superior, ¡y no pasa nada! Todo paso en la mejora hacia una salud mejor es un paso certero.

¿Qué hay de todo lo demás?
En el mundo paleo, hay otros muchos temas de los que oiréis hablar. De todos ellos, el ejercicio me parece el más básico. A menudo me oiréis decir que sobre nutrición en verdad se sabe bastante poco, pero sí que se sabe en medicina preventiva que una de las cosas más saludables que podemos hacer es ejercicio. Y la ciencia ha demostrado que el mejor ejercicio es aquel intenso que fortalece nuestros músculos, no el típico footing que tanto se hace con esa creencia de que sólo se quema grasa tras 20 minutos de ejercicio. Sus beneficios resultan en el sistema endocrino aumentando la sensibilidad a las hormonas que a menudo funcionan mal en gente que padece síndrome metabólico.

También oiréis sobre el tema de los hidratos. Mucha gente os dirá que si queréis adelgazar en una paleo tenéis que rebajar el nivel de hidratos. Yo recomendaría que los bajarais durante unas semanas al empezar (o más tarde) para que vuestro cuerpo acceda con mayor facilidad a las grasas almacenadas en vuestro cuerpo. Pero no es para nada necesario, y para mucha gente los efectos secundarios de una cetogénica no compensan los beneficios. Las dietas cetogénicas disminuyen la insulina, mejoran la respuesta del glucagón, aumentan la secreción de grelina y aumentan la sensibilidad a la insulina, es la manera más rápida de normalizar un sistema endocrino enfermo. Aún así, en gente con otras causas de obesidad no queda tan claro que sea útil.


Otro tema muy común es el del ayuno intermitente, eso es básicamente no comer durante cada día durante 12o 16h o 24h una vez por semana. Personalmente nunca lo he probado, y tiene bastante respaldo científico. No me parece que sea un factor determinante en nuestra salud, aunque sí que sería algo a tener en cuenta.

Hay otras muchas cosas de las que se hablan. La calidad del sueño también es importante, o recibir sol natural para obtener vitamina D. Pero a veces se hila muy fino, no es necesario que contéis macronutrientes, ni suméis los gramos que ingerís de omega6 y omega3. Comed más o menos variado y primando los alimentos de la base de la pirámide y algunos que disfrutéis de la parte media, tratad de dejar para ocasiones especiales los de la parte alta. Y ya está, vuestra salud mejorará. Os interesará a algunos saber que existe el concepto de dieta paleo-vegana, para la que tengo mis reservas, pero a la vez curiosidad, conozco a una chica que la sigue por si alguien quisiera ponerse en contacto.

¿Qué ciencia hay que respalde todo esto?
Hay ciencia, pero insuficiente. Si os sentís bien y en vuestra familia hay buena salud, quizá seáis de los afortunados que son capaces de llevar una dieta coherente con su código genético sin esfuerzo consciente. 

Existen algunos estudios de intervención pero con sus limitaciones, en el tamaño de la muestra o en la duración, que por ahora en general apoyan la dieta paleolítica como una dieta superior que las que la ciencia dice son las adecuadas para cada caso de estudio (por ejemplo, se ha estudiado hipertensión y diabetes). 

No es posible hacer una recomendación general, así que si decidís seguir una dieta semejante, ha de ser teniendo en cuenta que quizá dentro de 10 años todo quede falseado y os deis cuenta de que habéis dejado de comer espaguetis sin necesidad.

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viernes, 19 de septiembre de 2014

¿Por qué estamos gordos? (II): La dieta paleolítica

Tras leer la entrada del otro día en donde hablaba de "la dieta preindustrial" y dando argumentos para explicar por qué fue el cambio de una dieta semejante a la que explicaba era el responsable del aumento de enfermedades metabólicas y, sobre todo, la obesidad. A menudo quienes me leáis sabréis que me interesa la dieta paleolítica, o la nutrición evolutiva, si os gusta más.

Normalmente quienes estéis familiarizados con la literatura al respecto, habréis recibido la impresión de que una dieta con cereales forzadamente ha de ser poco saludable y las enfermedades de la civilización necesariamente han de aparecer. Uno de los primeros autores del ámbito sanitario que buscaron sobre la dieta que podríamos considerar óptima fue Weston A Prize, un dentista que fue en busca de poblaciones aisladas que mostraran una salud dental perfecta sin necesidad de higiene dental. Escribió de ello un libro de referencia para cualquier persona interesada en nutrición: "Nutrition and physical degeneration", disponible libremente por el proyecto Gutenberg. Entre las muchas poblaciones con forma de vida ancestral, existían los pobladores del valle de Loetschental, en Suiza.

Detalle de la salud dental de los niños del valle de Loetschental, a destacar que no tenían ningún tipo de higiene bucal
Estos habitantes de los Alpes suizos, se alimentaban principalmente de:
  • Pan de centeno integral, cocido de forma tradicional. Como apuntaba el otro día, es más bajo en gluten, además que el centeno en sí ya es más bajo, así que lo más seguro es que fuera un pan apto para celíacos.
  • Queso de vaca curado. 
¡Bocata de queso! ¿Hay algo menos "paleo"? Sí que vale la pena mencionar que, por lo que parece, las enfermedades dentales son una enfermedad también inflamatoria. Ciertamente, se puede correlacionar la periodontitis con la incidencia de enfermedad cardiovascular (8). Por tanto, aparentemente (aunque por los datos que se pueden leer en el libro de Prize no podemos decirlo con seguridad), existen poblaciones que llevando una alimentación preindustrial y tradicional y han tenido una buena salud incluso tomando cereales. Es posible.

La obesidad, por tanto, puede ser salvada a través de una dieta preindustrial. Aún así, solemos simplificar las cosas y pensar que todo se resume a la alimentación, cuando en verdad hay otros factores tanto o igual de importantes que también deben ser tenidos en cuenta y que afectan igualmente a nuestro sistema endocrino como sabemos que lo puede hacer una alimentación occidental. Es decir, es un hecho que en el paso del paleolítico al neolítico la esperanza de vida se redujo. Pero es probable que con las adaptaciones que hemos sufrido los Europeos, llevando una dieta preindustrial y cumpliendo los otros puntos de nuestro estilo de vida que marquen nuestro nivel de salud, tengamos una vida saludable incluso a edad avanzada, o al menos es posible que la incidencia sea suficientemente baja como para no preocuparnos.

Diagrama de Pedro Bastos, para el hangout no.3 de DSP sobre la Dieta Paleolítica

Es posible estar sanos aún cuando otros puntos cojean. Ahora bien, ¿cuál es más fácil de controlar? Algunos puntos como el ritmo circadiano o el estrés psicológico pueden resultarnos imposibles de suplir. Lo mismo con la exposición solar, ¿qué pasa si somos oficinistas de 8 a 17h? No todos podemos permitirnos tomar el sol entre 20 y 40 minutos a media mañana. Ya por no hablar de aspectos como el de la exposición a contaminantes o el exceso de higiene, que no siempre están bajo nuestro control en la gran ciudad. Por tanto, cuando sabemos que nuestra salud está mermada, lo mejor que podemos hacer es empezar con una dieta lo más óptima posible, porque aunque existan casos de poblaciones de gran salud tomando pan, si miramos los registros arqueológicos, las poblaciones con un consumo más alto de cereales ya mostraban una mayor incidencia de enfermedades dentales, ya fueran asentadas en el neolítico (9) o incluso en el caso de cazadores-recolectores (10).

Con todo, creo que vale la pena recuperar el ejemplo de la dieta llevada en tiempos de nuestras abuelas. Os expliqué en la anterior entrada que si estábamos gordos era por un cambio en la dieta que ha conllevado el industrialismo y sobre todo el consumismo, y la elección de palabras no ha sido fortuita. En aquella época la gente en general padecía menos de obesidad y probablemente diabetes, sobre todo a edades tempranas. Es difícil distinguir qué era debido a la dieta y qué a otros factores. ¿Estáis familiarizados con el concepto de la escupidera? Si os gusta el cine del oeste más casposo, os sonará familiar el vaquero echando un escupitajo en el "saloon" seguido de un sonido metálico y una frase con gancho, pero en España también se encontraban en los bares y en otros lugares públicos, afortunadamente se han ido quitando por insalubres. Un exceso de mocos en la garganta pueden indicar cierto nivel de inflamación sistémica. También los ataques de gota resultaban comunes, que indican problemas renales. Tampoco era raro tener dolor en las articulaciones llegada cierta edad (de nuevo, inflamación sistémica), ni problemas de malnutrición debido a menudo una mala absorción de nutrientes (daños en el intestino o exceso de antinutrientes). Y por supuesto, como bien sabréis, la salud dental de nuestros bisabuelos y tatarabuelos era más bien pobre.

Es decir, en la era preindustrial la gente tenía menos problemas crónicos de salud ligados a la alimentación, pero no estaban libres de ellos, y es que no hay que olvidar que entre otras cosas una menor incidencia de obesidad también dependerá de la cantidad de calorías disponibles para la población. Al menos en un entorno semejante al que nos encontramos, una dieta preindustrial sería un muy buen primer paso, pero en mi opinión, no sería suficiente. Por eso, teniendo en cuenta que no todo está bajo nuestro control, son nuestra dieta y la actividad física los puntos a los que tenemos que dar más prioridad. Es para estos casos, el del hombre en la sociedad moderna, que resulta lógico tratar de cuidar todo lo que se pueda. Es sobre todo para la gente postindustrial que recomendaría la dieta paleolítica. Porque una dieta preindustrial nos prevendría de la obesidad, pero excepto en el caso de que todo lo demás estuviera muy bien compensado como en el valle Loetschental, una dieta con cereales no parece recomendable para nuestra salud.
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miércoles, 17 de septiembre de 2014

¿Por qué estamos gordos? (I): La dieta preindustrial


Respecto a la epidemia de obesidad de el último siglo, a poca gente le extrañaría si dijera que la culpa es de los cambios de alimentación que ha entrañado la industrialización de la sociedad. Nuestra alimentación es ahora más rica que nunca en refinados, aceites de semilla, en azúcar y en alimentos ultraprocesados que nunca. 

No tenemos que dejarnos engañar por los gurús que pululan por ahí. La razón de que estemos cada vez más gordos y suframos cada vez más enfermedades de la civilización es porque nuestra dieta ha empeorado desde 1850 con la llegada del intrustrialismo. En esos momentos, no estábamos obesos, o la prevalencia de la obesidad era rara. La pregunta es en cómo esta dieta ha cambiado

Mi abuela, una señora quasi-nonagenaria ibicenca que goza de muy buena salud para su edad, cuando me cuenta lo que ella comía de pequeña como tentempié era pan recién calentado con manteca de cerdo por encima, por poner un ejemplo. Pan por un lado, para gusto de los lowcarbers y paleos, y manteca de cerdo por otro para provocar úlceras y ardores a los equilibrados, lowfats y demás. Luego por supuesto comían muchas verduras, pan rústico de masa madre (nada que ver con la barra rústica del mercadona), aceite de oliva (aunque no tanto como se cree, que era caro), derivados cárnicos (la carne fresca era un lujo), huevos, leche... Alimentos como el azúcar o los cereales refinados eran vistos como pequeños lujos reservados para las fiestas. Esa es la verdadera dieta mediterránea, y una dieta que podríamos llamar casi preindustrial, al menos en España. Teniendo en cuenta la buena salud de la que gozaba nuestro país hace 100 años, podríamos decir que no sería un mal camino que seguir.

A esto, es a lo que yo vengo a llamar dieta preindustrial. Ya, el nombre no tiene mucho gancho (y por lo que veo, no soy el primero en usarlo). Los consejos son bastante simples:
  • Evitar alimentos ultraprocesados
  • Evitar el exceso de azúcar añadido
  • Aumentar el consumo de frutas y verduras
  • Evitar grasas vegetales que requieran de refinado industrial (aceite de semillas(123)
  • Los cereales, deben primar sus modos más tradicionales de preparado,  y siempre integrales. Probablemente, el pan hecho de masa madre sea el más saludable (4) y una de las preparaciones más comunes en todo el mediterráneo y en países que tradicionalmente han gozado de muy buena salud, como Francia y España.
  • Los animales que nos comemos, tienen que haber llevado unas condiciones de vida también saludables (567) y los derivados cárnicos si no tienen un procesado tal cual podríamos hacer en un día de matanzas, mejor evitarlos y escoger sus versiones frescas o curadas sin procesar (como el jamón serrano).
  • Los lácteos, en general se tomaban fermentados (quesos secos que no requieran frío), así duraban más, o pasteurizados en casa.
Es más que probable que nuestra salud respecto a nuestra dieta siga el principio de Pareto: El 80% de nuestra salud dependerá del 20% de nuestro esfuerzo y viceversa. Es decir, si lo que te importa es tener una salud relativamente buena, estos serían los consejos más básicos.

A ello hay que sumar otros aspectos de la vida preindustrial y también muy importantes para la salud endocrina, que a la postre pueden afectar también a nuestro peso:
  • Evitar el estrés continuo
  • Higiene adecuada (no excesiva)
  • Patrones adecuados de sueño
  • Actividad física adecuada (no sedentarismo)
  • Exposición normal al sol y al frío
  • Contaminación ambiental
Y alguno me dirá. ¿Y qué pasa con la dieta paleolítica? Para no enrollarme, lo dejo para la próxima ocasión. Os dejaré digerir esta información. Aún así, quedaos con dos cosas: estar delgado no implica estar sano y que una mesa coja puede seguir soportando cierto peso.
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domingo, 14 de septiembre de 2014

Primeras #jornadasDSP del 18 de octubre


A principios de este año, unos cuantos Dietistas-Nutricionistas y un servidor (como divulgador) empezamos con el proyecto Dietética Sin Patrocinadores. Este grupo surgió a colación de una sensación común de desazón con los patrocinios que veladamente afectan a las recomendaciones nutricionales oficiales.

Tras unos primeros meses de crecimiento en donde nuestras actividades se han centrado sobre todo en la red a través de nuestros hangouts, este 18 de Octubre a las 16:00 vamos a dar un salto desvirtualizante, convamos las primeras #jornadasDSP (nótese el uso del hashtag, ¡que se noten nuestros orígenes!). 

Para seguir la tónica del grupo, en vez de centrarnos en dar charlas de expertos (que por cierto, suelen costar una pasta) vamos a organizar únicamente unas mesas redondas de las cuales sacaremos conclusiones y donde todo el mundo será bienvenido (tanto para hablar como para escuchar). Trataremos los temas que ya hemos tratado en nuestros hangouts (incluido el futuro hangout del día 28 de septiembre, sobre lácteos).

Los precios son de lo más razonables, de verdad (realmente, es todo al coste). La asistencia con merienda cuesta el módico precio de 5€, con cena sube a 28€ y con transporte desde Valencia 33€. 





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lunes, 1 de septiembre de 2014

Mi respuesta a Marc sobre su crítica a la dieta paleolítica


El pasado viernes publiqué una crítica a la dieta paleolítica por parte de Marc. Este estudiante de nutrición, una joven promesa en mi opinión, tiene un modo de pensar tan científico que ya me gustaría estuviera más generalizado entre expertos de más renombre que pueblan comités y demás. 

No voy a negar que cuando hablamos de hacer esto (él escribe un texto crítico a la hipótesis evolutiva y yo doy mi propia respuesta), me esperaba algo más específico y no un texto bastante brillante sobre pensamiento crítico. Aún así, he sabido sacarle suficiente punta como para dar mi propia respuesta, que espero os convenza.

También permitidme expresar mis disculpas por no ofreceros tantas referencias bibliográficas como Marc. He tratado de  evitar ser muy específico en cuanto a datos científicos por ello, pero mi conexión a internet actual no me permite hacer mis largas búsquedas bibliográficas con las que apoyar mis afirmaciones. Si veo que acaban siendo necesarias, procuraré completar la entrada.


Sobre el principio de precaución:

Entiendo que el tan mentado principio  parezca ligeramente denostado pero me parece que su uso es necesario. La nutrición como ciencia es muy poco certera, no podemos nunca estar seguros de que lo que creemos saber sea cierto de verdad, algo cierto en toda ciencia pero que en nutrición las dificultades experimentales por la complicación de aislar una sola variable lo convierten como todo un reto epistemológico. Es por ello que en nutrición todo parece que pueda ser cierto, pero es un hecho que ahora mismo los problemas de salud derivados de la alimentación son la primera causa de muerte en el mundo occidentalizado… ¿qué hacemos? Si seguimos los niveles de evidencia, poco más se puede hacer que desrecomendar alimentos procesados y recomendar mayor cantidad de frutas y verduras; y aún con eso dependerá del tipo de estudio que realicemos.

¿A qué me refiero? A que en realidad sabemos más bien poco. Tenemos la seguridad de que muchas enfermedades son evitables con una buena dieta, pero en verdad las dietas no parecen funcionar a largo plazo en promedio. En verdad, tristemente, no sabemos casi nada con seguridad porque no hay ninguna afirmación a la que seamos capaces de responder a una secuencia infinita de porqués sin acabar introduciendo una hipótesis ad-hoc. 

Así que al final se trata todo de hacer un balance de pros y contras. Desconozco los detalles de cómo introducen los niveles de evidencia y sus recomendaciones, probablemente sea por un método mucho menos científico que el que voy a proponer. A esto en estadística se le conoce como “toma de decisiones”. Se trata de una especie de lista  elegante de pros y contras, donde pondremos una escala de daño subjetiva según se den los casos que veréis en la tabla:


Los cereales son nocivos
Los cereales no son nocivos
Decido no comer cereales
10 (1)
30 (3)
Decido comer cereales
50 (2) 
0 (4)

(1) No comer cereales cuando éstos son nocivos, resulta en un año moderadamente alto, porque estoy haciendo sacrificios alimentarios que no me resultan necesarios. Pero sí que es cierto que no comer cereales no entraña ningún riesgo conocido para la salud y quizá el único problema sería medioambiental. Por eso le pongo un daño de 10.
(2) A pesar de las sospechas, decido comer cereales. Incluso llevando una dieta preindustrial donde los alimentos procesados son prácticamente inexistentes, tengo opciones de acabar desarrollando alguna de las distintas enfermedades de la civilización. Todas ellas enfermedades degenerativas y tremendamente dolorosas, un destino que, sinceramente, no desearía ni a mi peor enemigo. Por eso le pongo un daño de 50.
(3) Si dejara de comer cereales y en 20 años resultara que los cereales no entrañaban ningún problema, me daría rabia por todo lo que me he perdido, los deliciosos “pa amb tomàquet” o las quelitas con aceite de oliva. Como me daría tanta rabia, le pongo un daño de 30.
(4) Si al final pasara de toda las sospechas y decidiera comer igualmente cereales, y resultara que no tienen ningún perjuicio, obviamente no habría ningún daño. Por eso le pongo un daño de 0. 

Supongamos que existe una probabilidad P de que los cereales sean nocivos. Teniendo en cuenta los daños que he escrito, ¿cuál sería la probabilidad mínima necesaria para que racionalmente escogiera dejar de comerlos? Es decir, ¿cuál sería la probabilidad necesaria para considerar aplicar el principio de precaución?

 DAÑO (comer cereales) = 50·P = 50P= 50 P 
 DAÑO (no comer cereales) = 10·P +30 ( 1 - P ) = 10 P + 30 – 30 P = 30 – 20 P

Ahora podemos hacer un balance de daños:

DAÑO (comer cereales)  = DAÑO (no comer cereales)
50 P = 30 – 20 P
70 P = 30
P = 30/70 = 42,8%

Por tanto, según mi tabla de daños y mi propio principio de precaución, bastaría con que hubiera un 42,8% de probabilidades de que los cereales fueran nocivos como para considerar el dejar de tomarlos. Personalmente, recomendaría a todos los que entendáis y critiquéis la dieta que hicierais este tipo de tabla, una para su eliminación (no ad infinitum) y otra para su reducción. 

¿Es este porcentaje escalable? Obviamente los daños económicos, ecológicos y sociales una vez se hiciera a gran escala serían mucho mayores que si los hiciera sólo yo. Por eso es que aunque defiendo la hipótesis evolutiva, mi principio de precaución para la población me dice que hacer una recomendación generalizada actualmente sería poco ético.


Alimentos nuevos para los que estamos evolucionados

La nutrición es una rama de la biología y por tanto todas sus explicaciones deben ser coherentes con nuestra evolución. Eso es un hecho y cada vez que veo que algún Dietista-Nutricionista afirma que una dieta paleolítica no puede ser sana porque "moríamos antes de los 25", mi alma de científico tiembla de ira. Ciertamente, la evolución como tal es un hecho, y por tanto una alimentación coherente con nuestra evolución debería serlo también. Aún así, estoy de acuerdo en que mientras que una perspectiva evolucionista de la nutrición es (o debería ser) un hecho, el pensar que no estamos evolucionados para comer ciertos alimentos sí que debe pasar por el método científico.

A menudo oigo ese famoso “los alimentos han cambiado desde el paleolítico, por eso no podemos llevar una verdadera dieta paleo”. Es posible que sinteticemos un potingue blanco sin sabor como lo que toman en la Nabucodonosor en los túneles que lleván a Sión en Matrix. Es posible que ese alimento sintético nos sea beneficioso. Hay muchas posibilidades y no hay que cerrarse necesariamente a los alimentos nuevos. Porque, ¿qué entendemos como alimento nuevo? Porque el aceite de oliva no sería estrictamente un alimento nuevo, y aunque en el paleolítico no se extrajera la grasa de la aceituna, no existen autores serios que afirmen que éste nos sería perjudicial por una simple cuestión mecánica (seguid leyendo, que vuelvo a hablar del aceite de oliva más adelante). 

Supongamos que tengo un gata, una mascota que resulta ser la heredera de toda una casta de gatas familiares, y todas ellas han muerto tras más de 15 años de una vida feliz dentro de los estándares felinos, muriendo de viejas. Supongamos que como mi gata es la mar de bonita, mi mejor amigo me pide que le dé un cachorro de la próxima camada, ya que las gatas de mi casta son buenas, bonitas y gozan de buena salud. Pero tras 5 años teniendo al descendiente felino, éste empieza a tener problemas de riñón y taquicardia. En casa de mi amigo vive estresada porque no tiene suficiente espacio para moverse y en vez de comer ratones que cace por ahí y algo de carne que mi familia les dé, le compra chow de dudosa calidad nutricional (pero mucho más limpio y fácil para nosotros los dueños). Pensando que es pura mala suerte, tras la muerte del pobre animal le doy otro de los cachorros y así sucesivamente. ¿Sería ilógico pensar que es el cambio de estilo de vida lo que trae problemas a su salud? Si quisiéramos empezar por revertir su mala salud, lo lógico sería tratar de sacar un equivalente del estilo de vida que a sus ancestros les iba mejor, dentro siempre de las posibilidades de espacio, dinero y tiempo del nuevo dueño. Desde luego, lo que nunca haríamos por el pobre gato, sería no hacer nada porque el que no haya evolucionado comiendo cierto alimento no implica que este tenga que ser nocivo o quedarnos en un término intermedio como comprar un chow más caro que según los vendedores resulta ser bueno para su salud renal, cuando en verdad han comparado Guatemala con Guatepeor.

Es posible que en el futuro haya alimentos nuevos que puedan ser beneficiosos, que los alimentos genéticamente modificados no vayan a resultar ser perjudiciales y un largo etcétera. Pero creo que es lógico pensar que hay que ser siempre precavidos con los alimentos nuevos y plantearse las consecuencias a largo plazo, preocupándonos más por nuestra salud que porque una empresa quiera sacar beneficios a cinco años vista del dinero invertido en nuevos alimentos. Creo que fue Mulet el que puso en twitter que cierto nuevo tipo de arroz genéticamente modificado, incluía cierto micronutriente del que zonas en Asia carecían en su mayoría, y que “cómo se atrevería los opositores a los transgénicos a decir que estar en contra a algo así”. El ser humano peca de cortoplacista, y en vez de tratar de promocionar una mayor variedad de cultivos en tierras fértiles, o utilizar alguna de las múltiples técnicas de conservación, prefiere modificar genéticamente un alimento.


¿Qué nos es beneficioso para comer?

Una cosa a tener en cuenta es que el que los estudios de intervención y observacionales muestren beneficios por la ingesta de cierto alimento, no implica que ese alimento en sí mismo deba sernos beneficioso. Lo que estos estudios estrictamente nos dicen es que una dieta occidental mejora con la introducción de cierto alimento. 

¿Y si ese alimento está actuando en sinergía con algún otro eliminando los efectos perjudiciales de una ingesta grande? Un efecto clásico es el del omega6 y el omega3. No es que el omega3 sea beneficioso per se una vez tomas cierta ingesta mínima que cubra las necesidades básicas, pero sí que puede compensar hasta cierto punto los efectos inflamatorios de una ingesta grande de omega6. Hay que tener cuidado con eso, porque es lo que ha llevado a ensalzar los cereales integrales… pero es que si se comparan cereales integrales con cereales refinados, es normal que éstos salgan mejor parados.  Dando una segunda vuelta de tuerca, incluso en alimentos que consideramos saludables no tendrían por qué serlos, incluso el susodicho aceite de oliva, no sabemos si pertenece a una dieta que optimice nuestro fenotipo, sólo que mejora el actual. 

Hemos de ser lo suficiente científicamente maduros para aceptar lo poco que sabemos en verdad como para hacer afirmaciones tajantes basados en estudios con tantísimas limitaciones. Algo semejante pasa con la leche, parece que en el marco de una dieta occidental ésta sea saludable (al igual que Marc, tengo ganas del próximo hangout de Lácteos de DSP para madurar un poco mi opinión, ahora mismo limitada) , otro tema es que nuestra dieta óptima incluya leche. Por eso es que no hay que fiarse tanto de los metaanálisis, que porque tengan muchos más datos no implica que su metodología sea buena, sino que más bien hay que fijarse tanto en los estudios (o también meta-análisis) bien diseñados.

Respecto a las legumbres, es posible que haya cierta exageración. Yo sinceramente no tengo tan claro que las legumbres tengan que ser malas porque disminuyen la absorción de cierto micronutriente. Hay muchos alimentos “paleo” que tienen antinutrientes y no son eliminados… como tú mencionas. Aún así, sí que estaría a favor de hacer estudios bien diseñados que lo comprobaran, pero personalmente sigo y seguiré consumiéndolas, porque mi propio principio de precaución no me persuade de ello.

Al igual que tú, no estoy tan seguro de que todo se trate del gluten. Es posible que sea algo con los FODMAPs, es posible que sea el WGA… El gluten ha sido atacado, al igual que la lactosa, porque hay gente que no los tolera o le provoca una respuesta autoinmune. Pero eso sólo significa que hay que seguir buscando cuál es la razón por la que los alimentos introducidos en el neolítico disminuyeron 10 años nuestra esperanza de vida.


Porque la disminución de mortalidad infantil parece falsear la hipótesis de un aumento de infecciones provenientes del hacinamiento poblacional o el ganado.

Referencias: 
[1] Hillard Kaplan, et al. ”A Theory of Human Life History Evolution: Diet, Intelligence,weed knowledge and Longevity”. Evolutionary Anthropology, 2000, p. 156-185 
[5] Fekri (1981, Chapter 7 pp. 95-128


¿Qué divulgar en nutrición si no se sabe nada? La paleo como dieta milagro

Probablemente la mala divulgación realizada por gente sin suficiente comprensión de la ciencia haya llevado a la repulsa por parte de buena parte de la comunidad científica. De alguna manera se ha asociado hacer la dieta paleo con buscar tener los abdominales marcados o hacer crossfit, cuando si buscamos poblaciones ancestrales no es que tengan una musculación que pudiéramos considerar apta para un certamen de fisioculturismo, ni siquiera de peso pluma. Cierto nutricionista español bastante conocido me confesó que si nunca se había interesado seriamente por la paleo era porque parecía una dieta para locos del fitness.  No negaré que mi primera impresión fue semejante.

¿Pero qué sabemos realmente en nutrición? Siendo estrictos, apenas sabemos nada. Pero la gente necesita tener la información para poder escoger. 

Tú, Marc, dices que no has visto nada que te convenza lo suficiente entre los estudios científicos como para decidirte porque una dieta paleo sea el camino a seguir en busca de una dieta que nos sea beneficiosa. Pero no todos somos científicos, o nutricionistas, o tenemos las ganas de pararnos a leer toda la literatura científica de un modo crítico como para responder a una simple pregunta: ¿qué comemos?

Como ya he dicho, recomendar a la población general una dieta paleolítica no me parece adecuado por todas las implicaciones a escala global que habría que ver si compensan y para las que el mercado y los métodos de producción deberían adaptarse. Que yo defienda un posible aumento del consumo de carne a escala global de un modo inteligente y positivo para nuestro ecosistema, no implica que actualmente tal y como están las cosas vaya a ser así. 

Pero hay un gran paso entre no recomendar y desrecomendar o incluso tachar a la dieta paleo de dieta milagro, utilizando un conjunto de criterios poco científicos como lo de “etiquetar alimentos como buenos o malos”. Ahora mismo, se utiliza tanto el argumento de “eso es una dieta milagro” como lo de “eso es magufo”, cuando hay que saber distinguir afirmaciones para las que no hay estudios fiables (ciencia no testada) de las afirmaciones para las que no existe posible estudio que las teste (pseudociencia). La misma gente que no se preocupa en averiguar si de verdad hay ciencia o no detrás de la dieta paleolítica o simplemente desechan la idea porque no entra dentro de lo que sesgadamente consideran puede ser una información científica cierta.




“Takeaway messages” (Quedaos con…)
La evolución es un hecho, el que hayamos evolucionado o no para sobrevivir a largo plazo con ciertos alimentos es una hipótesis
Cada uno debería leer la evidencia actual disponible a cada uno de los alimentos y realizar su propia tabla de daños para juzgar si le vale la pena o no reducir o incluso eliminar ciertos alimentos, todos tenemos derecho a aplicar nuestro propio principio de precaución
Sabemos más bien poco de lo que se necesita para tener una dieta saludable, una dieta semejante a la paleolítica dentro del marco de alimentación actual, parece que podría ser un buen punto por donde empezar
Toda decisión tomada respecto a la alimentación de uno, ha de ser siempre flexible porque con todo, una dieta paleo no es más que una buena premisa… ¡pero no necesariamente implique nuestra dieta óptima final! (entre otras cosas porque la alimentación no sólo es nutrición)


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