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viernes, 9 de agosto de 2013

Aprendiendo a controlar el hambre


Ya sea estando a dieta como comiendo lo que queramos, normalmente quienes tenemos sobrepeso sufrimos de cierta dependencia a la comida. No me refiero únicamente a la ansiedad como tal, si no a la sensación física de tener hambre.

Tenemos mucho miedo a pasar hambre, porque es una sensación física muy incómoda. También existe el mito extendido de que si no comemos 5 o 6 veces al día vamos a engordar más, todo eso vino gracias a un estudio estadístico que demostraba que quienes hacían menos cantidad de comidas a menudo eran quienes también tenían más obesidad. La explicación es que lo que se trata de evitar es que el metabolismo se ralentice dándole pequeñas cantidades de comida a lo largo del día. ¿Pero es realmente necesario? Pero en verdad, lo que ocurre es que quienes hacen menos comida, desayunan poco en casa, o lo que sea, tienen picos de hambre a media tarde y se hinchan a comidas grasientas o pican entre horas cosas que no deberían. 

No es realmente necesario estar cada día de nuestra vida comiendo cada dos o tres horas para evitar engordar. Tampoco tengo tan claro que baste con hacer una comida diaria muy fuerte como dicen algunas dietas tipo paleolíticas (creo que es la dieta del guerrero la que dice que prácticamente sólo comamos durante la cena). Aunque haya estudios que lo respalden, me falta información antes de recomendar hacer algo así, todo sea dicho que hay estudios que respaldan prácticamente cualquier cosa en nutrición. Pero lo que sí que está claro es que no es necesario comer siempre y cada día cada poco rato, y de hecho yo veo algo beneficioso en el hecho de aprender a hacer de vez en cuando menos comidas, porque así controlamos el hambre y por tanto aprendemos a controlar nuestra ansiedad por la comida. Ahora por ejemplo trato algunas tardes de saltarme la merienda de la tarde y aún así trato de no comer de más por la noche. 

El primer día que me salté la merienda, mi cuerpo me pedía la comida a gritos. Cada día he estado merendando a eso de las 15:30 o 16:00, así que cuando se acercaba la hora mi barriga empezaba a abrirse, exigir que le introdujera aquello que sabía que existía. Imagino que es el cerebro el que prepara el proceso para facilitar la digestión. A las tres veces de no merendar (no consecutivas), ya mi cuerpo ha aprendido a controlar el hambre. De hecho, ni siquiera me parece una sensación tan molesta. Sé que así, cuando salga de paseo por la tarde no me veré tan tentado por los estímulos azucarados y poco sanos que pululan. ¿Que mi barriga quizá me pida comida? Puede ser, pero como aún tendré energía con la que moverme, no será un hambre voraz, sólo ganas de comer.

Trato de aprender a controlar el hambre, porque nuestros cuerpos aprenden a base de rutina a qué horas va a comer, a dormir, a despertarse, sin hablar ya de otras necesidades biológicas. De hecho, si os fijáis, quienes están delgados por naturaleza son personas que en general no necesitan tanto la comida, porque simplemente su cuerpo no se lo pide constantemente aunque luego sean capaces de comer tanto como una persona con sobrepeso cuando van a un restaurante. Creo que el proceso de aprender a estar delgado incluye también el de aprender a no depender tanto del hambre.

1 comentario:

  1. Hola!!antes de nada queria agradecerte una visita que hiciste a mi blog hace algun tiempo, ahora estoy retomando tanto el blog como la dieta, y poniendome al dia he encontrado tu blog, y la verdad es que me parece muy interesante lo que cuentas, si que es cierto lo que comentas de la merienda, a mi me ha pasado lo mismo.
    Un besito!

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